Aunque el día de las madres se celebra en diferentes fechas dependiendo del país en el que vivas, en general mayo es una época de hablar y reflexionar sobre la maternidad.
La superficie de esta celebración está cubierta de flores y de mensajes genéricos y dañinos que celebran la abnegación, el sacrificio y el servicio de las madres. Cuando yo era niña los comerciales de la televisión invitaban a comprar como regalos a la madre una plancha nueva, una lavadora y un sinfín de otros artículos de limpieza. Yo tuve la fortuna de crecer con una madre bastante rebelde que cambiaba los cuentos de hadas para generar empatía por las brujas y cuestionar el amor romántico entre príncipes y princesas. Mi mamá también fue siempre clara: el día de la madre era una trampa y ella se negaba a caer en ella. Un día de comprar flores o un desayuno no compensan la falta de balance que existe en las exigencias constantes de la maternidad. Gestar, parir y criar hijes es una tarea monumental y cuando se habla de esto hay ciertas cosas que se visibilizan y otras cosas que preferimos ocultar para no incomodar, para perpetuar una narrativa melosa que no cuestiona y que no invita al cambio. Cada día se vuelve más común y más importante ampliar la conversación y visibilizar estas sombras de la maternidad, porque cuando entendemos a más profundidad estos temas vamos juntando las herramientas que necesitamos para mejorar las condiciones para las nuevas generaciones. Expectativas y realidad: Cuando no vivimos la maternidad como nos la imaginábamos Todo mundo enfrenta el inicio a la maternidad de formas distintas. Para algunas personas la etapa de tener un bebé recién nacido es muy dura. Todes venimos con diferentes expectativas y siempre hay cosas que nos sorprenden. Los bebés pasan más o menos el primer año de su vida sin entender realmente que son seres separados de nosotros. Esas personitas siguen sintiendo de alguna forma que aún son parte de nosotras, como durante los meses en que literalmente viven dentro de nuestros cuerpos.
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Aquí está la transcripción de este episodio especial sobre crianza fuera de las normas de género:
Hola, bievenidas, bienvenidos, bienvenides todes a otro episodio del podcast La Revolución del Parto. Les recuerdo que por favor se suscriban para escuchar el podcast en Spotify o Apple Podcast y que nos dejen una reseña o una calificación de cinco estrellas. Hoy les traigo un episodio diferente, sin invitadas, porque tengo muchas ganas de hablar de este tema y mi vida ha estado tan ocupada estos días, esta semanas, que no he tenido el espacio mental de encontrar una persona específica para hablar sobre esto y la verdad es que yo solita tengo mucho que decir al respecto así que espero que les gusten estas reflexiones. Hoy voy a estar hablando sobre la diversidad de género y cómo se relaciona al parto y a la crianza. Como contexto les quiero contar porque voy a hablar de este tema. Ya les había comentado en la intro del episodio anterior que hace un par de semanas me escribió alguien que escucha el podcast, cuyo nombre no voy a compartir para respetar su privacidad, porque quería platicar un poco sobre la crianza fuera de las normas de género. Ella había visto unas fotos que compartí de mis hijos en las cuales mi hijo el más pequeño estaba usando un vestido y quiso preguntarme al respecto porque su hije, que tiene 5 años ha estado expresando un gran deseo de usar vestidos y algunos deseos de tener un cuerpo diferente al que tiene. En la intro del podcast digo que estamos compartiendo historias de personas que están gestando y pariendo un futuro diferente y parte de ese viaje también es la crianza de unes niñes que vienen a crear y vivir en ese futuro diferente. Nuestros hijes están naciendo en libertad y van a querer también vivir en libertad y nosotres como personas que los están criando tenemos que estar preparadas.
¿Qué pasaría si no usáramos pañales para nuestros bebés?
De primera impresión la idea parece risible. Aunque seguro no esperas que la crianza sea puro glamour, tampoco te imaginas cubierta de orines y caca todo el día y eso es lo que comúnmente vienen a la mente de la mayoría de las personas cuando imaginan a un bebé que no usa pañal. La idea de los pañales está tan normalizada en el pensamiento colonizado que simplemente no imaginamos cómo podría ser la vida sin ellos. En algún momento de mi primer embarazo me pregunté a mi misma cómo harían los humanos de la antigüedad antes de que se inventaran los pañales y me imaginé a unas madres cavernícolas envolviendo a sus bebés en pieles de animales. Yo, como muchas otras personas con las que comparto valores ambientalistas, me preocupaba por no producir mucha basura durante la crianza de mis hijos pequeños y la respuesta más obvia la encontré en los pañales de tela. Eran bonitos, suavecitos y ecológicos. A largo plazo también prometían ser más económicos ¿Qué más puedes pedir? Mi hijo mayor tenía más o menos 9 meses cuando un día estábamos de paso por un pequeño pueblo hippie en el norte de California y vi de reojo un libro con un dibujo en la portada de un bebé muy pequeño al que estaban sosteniendo encima de una diminuta bacinica. ¿Qué es esto? me pregunté. Acabo de terminar de leer el libro “Mamá Desobediente,” de la autora Esther Vivas y me ha encantado. Su visión feminista, anticapitalista y ambientalista cautivó mi atención y me ayudó a ver las conexiones entre muchos de los temas que me apasionan.
Una de las grandes ideas que me quedó resonando es la de que “el feminismo tiene una deuda con la maternidad” y me pregunto ¿qué le debemos, no sólo como feministas, sino como humanidad, a las madres? Mi experiencia personal: sólo enfocada en el parto Durante mi embarazo estuve tan concentrada pensando y preparándome para el parto que pensé muy poco en el posparto. Asumí de forma un tanto ingenua que si hacía todo lo posible para que el parto saliera bien, el posparto sería naturalmente una experiencia positiva. Pero estaba equivocada.
Antes de tener hijos estudié cine y trabajé en la industria de distribución de películas. Fui el tipo de persona que esperaba los estrenos con anticipación y que siempre sabía que había disponible en cartelera (en aquellos tiempos antiguos cuando la gente iba al cine). Esos días hoy parecen muy lejanos, pero el miércoles pasado empecé a ver surgir conversaciones en grupos de Facebook relacionados al parto a cerca de una nueva película que se estrenó en Netflix llamada "Fragmentos de una mujer". Me invadió la curiosidad y en cuanto tuve tiempo me senté a ver la película y aquí les comparto mi opinión.
Tenía once años cuando empecé a menstruar.
Mi mamá me había hablado sobre la menstruación en términos muy directos y simples, y en algún momento quizá hablaron de eso en la escuela, así que no fue una gran sorpresa. Lo había estado esperando con ansias por un tiempo. Aunque sabía que en general no se habla de estas cosas, le conté a algunas de mis mejores amigas que “me había bajado.” ¿Cómo evitarlo? Estaba tan emocionada de estar creciendo. Fue muy decepcionante cuando me enteré, un año más tarde, que mi mejor amiga había empezado a menstruar más o menos al mismo tiempo que yo, pero que nunca me había contado nada. Cuando le pregunté, ofendida y un poco herida, por qué había guardado el secreto aún después de que yo le había contado sobre mi periodo, me contó que su mamá le había dicho que NUNCA, NUNCA hablara al respecto o dejara rastro alguno que le permitiera a alguien saber que estaba menstruando. Y aunque no recuerdo nunca haber sentido vergüenza por menstruar, me sentí muy avergonzada en ese momento. Y me quedé totalmente asombrada cuando por ahí de la semana 15 de embarazo vi un dibujo que mostraba cómo vivía el bebé dentro del saco amniótico, conectado a la placenta por medio del cordón umbilical, y la placenta conectada al útero. ¡Hasta cierto punto algo tan básico! Así empieza la humanidad. Pero yo nunca me lo había topado a pesar de tener lo que yo consideraba una muy buena y privilegiada educación.
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AutoraMarissa Bolaños es guardiana del nacimiento, escritora, artista virtual, y anfitriona del podcasta La Revolución del Parto. Archivos
May 2023
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